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Gafas de sol, más que un complemento de moda

Aunque en España, los ojos están expuestos al intenso sol todo el año, es la llegada del buen tiempo lo que abre la veda de compra de las gafas de sol, un artículo que aún se considera un complemento de moda más que una protección, pero ¡ojo!, un error al elegirlas puede acarrear graves problemas oculares.

La vida moderna es, en muchos aspectos, responsable de una mayor exposición a la luz solar o incluso en invierno, con la práctica de deportes al aire libre, en la nieve o en alta montaña, o incluso en una tarea tan habitual como la conducción.

Desgraciadamente, también es responsable de un enemigo devastador para nuestros ojos, la destrucción del ozono, en España se calcula que se ha perdido un 10%, que debilita ese preciada filtro natural de las radiaciones ultravioleta que, en largas exposiciones, perjudica a la piel o a la visión.

Pero si hasta el momento los médicos han debido emplear todas sus artes para vencer la resistencia numantina de los ciudadanos a usar cremas protectoras para cuidar su piel, no ha sido tan difícil con los ojos, quizá porque la medida más eficaz es sencilla e, incluso, elegante: las gafas de sol.

Sin embargo, lo que aún no ha calado en la conciencia de muchos es la necesidad de que las gafas de sol no sean un simple cristal oscuro que reduzca la intensidad luminosa visible: de hecho, y según asegura el Colegio Nacional de Ópticos y Optometristas, “unas gafas de sol de mala calidad son más peligrosas que no llevar nada”.

Esto es debido a que si la pupila, el mecanismo natural del ojo que regula la entrada de luz, es engañada por el tono oscuro de unos lentes que no filtran las radiaciones nocivas invisibles, aumentan su diámetro dejándolas pasar y exponiendo al ojo mucho más de lo que estaría sin esas gafas.

 

Cómo deben ser unas gafas de sol

Gafas de sol optica

Gafas de sol optica

En primer lugar, no sólo deben absorber la luz azul y la ultravioleta del sol, sino que su límite de absorción de las radiaciones visibles (es decir, de la luz que nos permite ver) no debe rebasar el nivel necesario para que exista una buena visibilidad que permita realizar actividades como conducir, navegar o esquiar sin peligro.

Por otra parte, añade el Colegio Nacional de Ópticos y Optometristas, unos filtros de protección excesivamente claros que no absorban suficientemente las radiaciones visibles más energéticas, aunque sí absorban otras radiaciones nocivas, tampoco son adecuados contra el deslumbramiento y la fotofobia.

Pero esto se garantiza de una sola manera: con estrictos controles de calidad, que detecten además otros defectos, como superficies irregulares en el cristal que provoquen distorsiones en el espacio visual.

El tipo de material de la lente es importante: los “orgánicos” presentan buenas cualidades absorbentes de los rayos ultravioleta, son ligeros y no se rompen; sin embargo, tienen el inconveniente de que se rayan con facilidad.

El material “mineral”, en cambio, es más estable (no se deforma con el calor), tiene una mayor uniformidad en el coloreado y es algo más duro, aunque se puede romper en caso de impacto, por lo que no es aconsejable para actividades con riesgo ed caída(ir en moto, esquiar) o de impacto fútbol).

Tampoco el color de la lente es una tontería: los más usados como filtros de protección son el marrón (ideal para nieve), el gris (que no altera demasiado los colores) y el verde (apto para uso habitual). El color amarillo, por su parte, aumenta el contraste en condiciones de visibilidad escasa, como niebla o la luz de atardecer.

Sin embargo, todas estas medidas de protección se derrumban con la popularización de las gafas de sol, que se someten más al dictado de la moda que a las normas de calidad. Por ello, los expertos recomiendan huir de ofertas de mercadillos o tiendas no autorizadas porque, como suele pasar, lo barato puede resultar caro.